In addition, Paulino also writes short stories and poems...
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LA PAREJA
¿Una premonición?
¿Sabes qué vieja? Dijo Mariano Acosta rompiendo el silencio y, sin esperar la respuesta de la persona oyente, se contestó así mismo: “siempre voy a hacer ese viaje”. Después de unos puntos suspensivos llegó una respuesta. ¿Cuándo? Preguntó Blanca Estela. “Hoy”. Fue la respuesta escueta de Mariano. Y así siguió el diálogo. ¿Por qué no lo haces mañana? Porque para mañana ya no tiene caso. ¡¡Quesos!! Cuando menos esta noche quédate conmigo, tú sabes que “bbsss, bbsss, bbsss”*. Lo sé, pero entiende que no es por falta de voluntad. Ya ves como es este negocio. El señor que voy a ver, también es un vendedor ambulante. Sé que mañana saldrá de viaje, pero en la tarde. Por eso necesito irme hoy en la noche para llegar mañana en la mañana. Si no lo encuentro no me paga.....¿entiendes? ¡¡Pinche marianao!! ¡¡Siempre me dices casi lo mismo!! ¡¡Viejita no te pongas así ni pienses otras cosas!! Está bien, puedes irte. Musitó ella. A partir de ese momento, ambos procrearon un silencio que perduró por muchas horas. Mientras ella se distraía a su manera, él preparaba sus maletas.
Llegaron las primeras sombras de la noche. A Mariano le parecieron tan lentas que le dieron la impresión de que trabajosamente se arrastraban, aunque nunca se preguntó si por cansancio o por viejas. “Perdóname por no quedarme ahora pero te prometo que después de este viaje, voy a disponer más tiempo contigo, okiroki?” Intentó Mariano comenzar una conversación. “No te preocupes, puedes irte”, la finalizó ella. Él se despidió y salió de la casa. Blanca Estela lo siguió sin que él se diera cuenta. Cinco minutos después de salir, Mariano se encontró con una desconocida dama, pero más que encuentro casual, parecía una cita. Se tomaron de la mano y caminaron juntos hasta encontrar un hotel. Ya en su interior, organizaron un festival de risas y carcajadas con comentarios como estos: “Qué dijiste que le dijiste” “Le dije que iba a cobrar “una luz” (dinero) a Monterrey..... aunque esto es cierto, aquí me tienes para “el bautizo”, exactamente como dices que soñaste”.
*“Quiero que riegues el jardín de las flores marchitas”.
Blanca Estela, que los había seguido hasta la puerta de la habitación, los escuchaba. Sintió una contracción de músculos y venas y, en su interior, un fuego que la calcinaba. No pudo seguir escuchando y se alejó de la habitación, dejando huellas, casi imperceptibles, con las gotas de su llanto. Antes de salir del hotel le preguntó al gerente si esta pareja frecuentaba el lugar. Éste, tal vez en un acto de solidaridad con el caballero o para evitarse futuros problemas, vaciló un poco antes de decir que no.
Esa reacción significó para Blanca que él mentía. Dejo el lugar y salió a la calle. Llegó a la casa de unos amigos y les contó. Comentaron el asunto hasta llegar a la conclusión de “darle su merecido” al atrevido. Sus amigos tienen un amigo “judas” o “tira” (policía) influyente en el gobierno y recurrieron a él para enviar a un grupo de golpeadores contra Mariano Acosta.
En efecto, cuando éste se alejaba del lugar, solo, fue interceptado por los golpeadores que, al verlo, se le lanzaron como fieras. Se escuchó como un concurso de sonidos huecos, secos, quejidos, gritos, recuerdos maternales, blasfemias, manoteos, pataleos, chispas, relámpagos y truenos y después .........el silencio.
Cuando el polvo mezclado con el humo se disipó y las cosas recuperaron su geométrica forma, se pudieron ver algunos deshechos de “Marianao”: ropa desgarrada, pómulos hinchados, labios enormes y una cara desconocida con dos lineas como ojos. Así quedó el caballero después de ese feo encuentro. Ella que veía la escena con sumo agrado, se acercó a él para patearlo hasta que el dolor en sus pies la obligó a dejarlo.
Mariano Acosta fue despojado, además, del reloj que Blanca Estela le había regalado y que, según ella, significaba el compromiso entre ellos. Blanca Estela tomó el reloj, lo alzó y lo contempló con rostro y mirada contraida y lo lanzó con suma fuerza al piso. Cuando éste hizo contacto y se hacía pedazos, Blanca Estela se sintió tocada y escuchó una voz que le decía: “mi amor, despierta que ya me voy de viaje, ya es casi de noche”. Blanca Estela abrió los ojos y vio a “Marianao”, satisfactoriamente sonriente. Fin
Paulino G.Velasco L.
MITOS Y LEYENDAS DE LA MATLACIHUATL DE SAN ANDRÉS IXTLAHUACA
La bruja
Durante la boda, todo fue regocijo. Una nueva familia daba inicio. La reproducción de la forma de vida y de cultura se estaba realizando. El pueblo y las costumbres continuarían existiendo porque después del matrimonio vendrían los hijos y después los hijos de los hijos, y así sucesivamente.
Durante los primeros meses de matrimonio, todo era dulce y aceptable para ambos, como todo matrimonia al principio. Sin embargo, había algo que le intrigaba a Jacinto. No se explicaba por qué su esposa hacía el nixtamal muy noche, todas las noches. Al principio no le importó esto y se entregaba a los brazos de Morfeo como adulto sin pecados. Dormía “a pierna suelta”.
La intriga creció porque la esposa no desistía de hacerlo. Seguía poniendo su nixtamal muy noche todas las noches. El sabía lo que su esposa hacía al poner el nixtamal, pero no sabía lo qué pasaba después. Una noche pensó para sí mismo; “es suficiente. Quiero saber qué hay detrás de esto”. Esa noche, decidió hacerse el dormido para ver si averiguaba algo. La mujer, como siempre, preparó los ingredientes del nixtamal. Maíz, agua y cal. Prendió su fogón para hervir el agua. Al agua le puso la cal y finalmente le vació (puso) el maíz. Ahora esperaría que hirviera e hirviera, al menos, por 20 minutos.
Pero mientras esperaba el fin del proceso de maíz a nixtamal, escuchó el maullido insistente de un gato. Era cerca de la media noche. “Ya voy” fue la respuesta de la mujer. Unos minutos después, el nixtamal estaba hecho. Listo para transformarse en masa, y ésta, transformarse en tortillas al día siguiente.
Después de poner en orden sus cosas y antes de salir de la casa, dio siete brincos sobre la cabeza de su esposo y salió de la casa. El esposo, sorprendido, se incorporó y se dispuso a seguirla.
La siguió por entre las sombras de las casas primero y después, ya en el campo, por entre las sombras de los árboles. La noche era clara por la luna. Por eso buscaba cualquier oscuridad que lo cubriera de la mirada de su esposa o de otras miradas furtivas a esas horas de la noche. Mientras caminaba, Jacinto no dejaba de preguntarse: “¿a dónde irá? En un momento, él se detuvo bruscamente porque ella se había detenido. Vio la silueta de su mujer bajo las sombras oscuras de un árbol alto y frondoso, el higo de don Pascual. Casi a rastras y escondido entre los arbustos, se acercó para ver mejor lo que su esposa hacía. Se acercó lo suficiente para no ser detectado, pero aún era insuficiente para ver y comprender lo que pasaba. Se subió a un árbol y se escondió entre sus ramas. Cuando al fin se colocó en el árbol y pudo ver lo que sucedía, un escalofrío repentino se expandió en su interior, y en el exterior, su cuerpo empezó a temblar de miedo. Sus ojos se agrandaron de terror cuando vio en el piso, una hilera macabra de cabezas humanas. Una tras otra, como enanos guardianes de una deidad maligna. Su esposa, enfrente de las cabezas, estaba con los brazos extendidos primero, para elevarlas después como invocando algo o a alguien. En un movimiento repentino, se quitó la cabeza. La puso en la hilera de cabezas en el orden que seguían, se trasformó en una bola de fuego y, como si tuviese alas, se alejó veloz y zigzagueante como siguiendo algo en el viento.
Él estaba estupefacto, no podía creer lo que estaba viendo. Pensó que podría ser un sueño de mal gusto, pero no estaba dormido. Se pellizcó así mismo para estar seguro y sintió dolor como cualquier humano consiente. Aún con el estupor y su temblor a cuestas, bajó del árbol y se sentó a cavilar un poco, a poner sus pensamientos en orden. Después de pasar un tiempo en que ya nada pasaba y nadie más llegó, se sobrepuso al miedo y se puso de pie. Ahora tenía un plan. Se dirigió hacia la hilera de cabezas. Él sintió que entre más se acercaba a ellas, más parecían erguirse amenazantes. Cuando estuvo frente a ellas, se percató de que tenían los ojos cerrados. Estaban, como si estuvieran profundamente dormidos.
Este detalle disminuyó un grado su terror, pero cuando trato de agarrarlas por el cabello, aumento su repugnancia. Quiso vomitar pero se contuvo y continuó con su plan macabro, ante lo macabro: mover las cabezas de su lugar original, intercambiándolas unas con las otras. Así lo hizo. Tan pronto terminó su desafiante plan, tembloroso y jadeando sin razón, se encaminó a su casa. Por las mil preguntas que le revoloteaban en la cabeza, el camino de regreso a casa le pareció muy rápido. Se acostó por hábito o por cansancio inconsciente. Trató de franquear los signos de interrogación que ahora tenía enfrente y en este intento…, se quedó profundamente dormido.
Al día siguiente, mientras el alba asomaba su juvenil rostro, Jacinto despertó sobresaltado. No podía creerlo. “¡¡Quesos!! Es muy tarde, -dijo- el campo me espera”. Se levantó apresuradamente y apresuradamente unció* su yunta y salió hacia el campo. En el trayecto de la casa al campo, sólo una pregunta tenía en mente. ¿Por qué me levantaría tan tarde? Y comenzó a trabajar tan concentradamente que las horas volaron. De pronto sintió hambre y despertó de su letargo. Se sorprendió sobremanera. Ya era muy tarde, más de las 10 de la mañana y su esposa no aparecía con el almuerzo. El hambre le punzaba el estómago. A pesar del hambre que lo empujaba, comenzó a pensar en su esposa. ¿Por qué no está aquí? –Pensó- ¿Tendrá que ver mí levantada tarde con la llegada tarde de mi esposa? “Mejor regreso a casa, no sea que esté grave”, pensó. De golpe, cuando estaba terminando de pronunciar la palabra grave, recordó, primero, escenas sueltas de su experiencia de anoche y después de que las imágenes se juntaron, se le configuró la imagen de su esposa sin cabeza. Le dio un vuelco, pero se sobrepuso y empezó a correr hacia su casa. Eran cerca de las 11 de la mañana cuando llegó jadeando y sudoroso. ¡¡Ana cleta, Ana cleta!! Gritó Jacinto en vano porque sus palabras no tuvieron respuesta. Como no la encontró en la cocina, se dirigió al cuarto donde dormían. Se sorprendió al ver a su esposa acostada y cubierta con la cobija de los pies a la cabeza. La movió, pero no se movió. Estaba inerte. Le descubrió la cara, pero inmediatamente, como al sentir un toque eléctrico, lanzó un alarido de dolor y soltó la cobija. Se fue para atrás, porque no era su esposa. Era el cuerpo de su esposa, pero su cabeza era ajena. Cara de hombre de rasgos bruscos y bigotes ralos. Cabello en abundancia pero enmarañado. A pesar de su quietud, imponía miedo su cara chupada con su cabello enmarañado y su escaso bigote. Como complemento, la parte oscura entre las cejas y las pestañas, le daban el toque maligno, de caballero malo de la noche, de asesino de bebés inermes, de brujo. Jacinto sintió que la luz de su interior se apagó y no supo más. Por el doloroso grito que lanzó, llegaron los vecinos que lo cobijaron porque temblaba y estaba frío. Despertó dos días después y preguntó. ¿Y mi esposa? “Murió de vergüenza”, le dijeron.
SONETO UNIVERSAL
y 28 de marzo
Quiero que el tiempo se detenga
porque el tiempo quiero ver
y lo que en su interior contenga.
El aire que en oleadas
desbordar pretenda
o los campos de muchos colores
cubiertos de olores.
La vida es esperanza
porque vida sin esperanza no es vida
y esperanza sin vida no es posible.
El secreto de la vida está en la muerte
y en mi mente, nada es fin, todo es principio
principio y fin, ¿hay fronteras?
o es la dualidad en pleno idilio.
-Paulino Velasco L.
AUSENCIAS
Aquí o allí, no importa
la nieve abraza la tierra con su manto
y como si fuera un llanto
el aire le susurra con su canto.
No hay noches.
las noches que aquí existen, no son noches.
Son como noches de luna ....sin luna.
no hay cielo azul, ni luna, ni estrellas
¡no hay firmamento!.
Y el frío, ¡válgame Dios!
Invade el medio ambiente.
Penetra por los polos de la piel,
contagia el alma
Aquí o allí, no importa, es la nostalgia.
Todos esperan con fervor el día siguiente
Todos esperan ya la luz del sol naciente.
Todos esperan,....la esperanza.
-Paulino Velasco. L. 1988 (Estocolmo, Suecia).
28 DE MARZO
Al despertar se sobresaltó. Volvió de la oscuridad, regresó a la vida. Pero la llegada Fue brusca, ruda. No hubo ese despertar generoso que suelen tener las personas que duermen sin aparentes preocupaciones. Primero se estremece el cuerpo, seña de que se conectó el switch interior. Después comienzan a moverse los párpados ...poco a poco... hasta quedar abiertos. Los ojos quedan al descubierto. Reconocen el lugar y, por la luz y la quietud de la mirada, lo disfrutan. Arriban de su viaje nocturno de una manera placentera. Ninguna parte del cuerpo quiere moverse, quiere sostenerse así y detener el tiempo en pleno espacio y gozar del despertar de un sueño realmente relajante.
El despertar de aquél no fue de la misma forma. No hubo esa calma en los movimientos que le precede al despertar armonioso; al contrario, hubo prisa, mucha prisa. Parecía que los ojos huían de allá dentro y que buscaban cualquier puerta para ser libres. Así sus párpados se abrieron. Vio sin comprender. Parecía que estaba en un lugar predestinado de manera prematura, desconocida para él. Se remitió al pasado para tratar de comprender el presente. Pero sólo recordó cuando se tiró en algún lugar conocido pero aún no identificado. Haciendo un gran esfuerzo para empujar su recuerdo hacia atrás, logró recuperar un poco más de terreno. Recordó que llegaron cargados de alegría recolectada en alguna parte y que, haciendo caso omiso de compartir con los demás ese momento en casa, él se escapó buscando la cama. No recordó qué tiempo hizo de un lado a otro ni qué camino tomó, pero llegó al lugar exacto, custodiado por los sentidos de dirección y defensa, dirigidos por el subjefe de todos los sentidos: el subconsciente. Eso comenzaba a deducir su adolorida memoria. De pronto vio luz, si, era luz de día. Aunque el cuarto era oscuro, vio la claridad a través de las rendijas de la celosía que cubría el hueco de las ventanas. No sabía qué hora era pero era de día. Recordó que cuando cerró los ojos era de noche. Su memoria comenzó a despejarse razonando: noche y día, oscuridad y claridad, luz y sombra. Su divagación fue interrumpida por la acción de un sentimiento que desde el fondo emergía y se abría paso de una manera agresiva. Parecía policía de cualquier mundo. Era un sentimiento maligno, no había duda, pero indescifrable. No era ninguno de los ya conocidos como la codicia, el egoísmo, la envidia, el celo, la ira, el arrepentimiento, la inseguridad, etc.Era algo...tampoco nuevo pero...difícil de describir. Más que un sentimiento, creía que eran varios. Sentía cansancio, vacío, amargura, culpabilidad, inquietud, ansiedad, angustia, fuerte depresión. Sentía que la presión sanguínea se le subía y se le bajaba al mismo tiempo. Nada le gustaba. Todo le molestaba. Sí, no había duda, todos los sentimientos terribles se encontraban en pleno festín. Se agasajaban por alguna celebración.
De pronto hubo una gran actividad en su cerebro. Imágenes, pasajes, parte de hechos, colores, ... que comenzaban a acercarse de algún lugar lejano o que surgían de la nada. Se aproximaban en masa y en desorden. Al menos eso pareció al principio porque al acercarse a la velocidad de la luz como lo hacía, se podía ver cada vez mejor un movimiento concéntrico y todo lo periférico que volaba, como auténticos satélites, giraban alrededor de él. Comenzó por verse un punto que rápido se transformó en hoyo negro, amenazándolo con tragárselo al infinito. El círculo del hoyo se hizo tan grande que al pasar sobre él, al tragárselo, cambió la escena automáticamente. Ahora ya no veía imágenes, pasajes, parte de hechos, colores y otras cosas como antes. Ahora veía líneas, festival de líneas que se buscaban y al encontrarse se juntaban, se fusionaban, y de esta unidad de tantas líneas surgían otras nuevas. De en medio de este cruce y transformación de líneas en otras líneas, apareció una letra. Al reconocerla, quiso acompañar el alumbramiento con la fuerza de su voz, pero no pudo pronunciarla. Se olvidó de ella porque su visión continuaba produciendo líneas. Vio una C que parecía parpadearle con su luz intermitente, no porque tuviera luz propia, sino por la debilidad de la visión que luchaba por sostenerse. Ahora veía una P que al clarificarse se transformó en R.; finalmente leyó en silencio su nombre porque al tratar de pronunciarla, de su garganta salieron sonidos guturales indefinidos, deformes, que más parecían lamentos que voces fonéticamente articuladas. Su visor seguía activado. Ante su monitor cerebral apareció una O, pero ovalada. Esta O apareció por interferencia, no era la que su cerebro producía. Esta salió del interior de su cuerpo como resultado de un dolor físico. La interferencia se realizó por la fuerza del dolor y por esta misma razón se colocó junto a las otras dos letras. Ahora veía tres; C-R-O, pero no significaban para él nada interesante. Su cerebro produjo la siguiente letra que se le encimó a la intrusa. En la medida en que el dolor disminuía, la letra intrusa se opacaba, mientras la nueva se encendía. Aquí ya ni esfuerzo hizo para pronunciarla, prefirió ver que letra aparecía y dejar el esfuerzo de pronunciarla para otra fecha. Por el poder de la nueva letra, desapareció la O. Ahora veía una U. En el momento preciso en que su cerebro la pronunció, todas o casi todas sus fuerzas se pusieron en movimiento. Todo se hizo más veloz. Parecía que todos los elementos se aprestaban a tomar sus puestos, como soldados que deben ocupar sus trincheras, después de escuchar la alarma o la voz imperativa de su comandante. Cuando colocó la U junto a la otras letras, el fondo de su ser se estremeció y se liberó una fuerza que no sólo junto las letras que ya tenía, sino agregó las letras que faltaban. En ese rápido proceso en que las letras se colocaban, lo comprendió todo y de su garganta maltratada surgió la explicación adolorida: ¡¡ LA CRUDA ¡!
Salud y saludo
-Paulino Velasco L.
EL FANTASMA DE LA MAÑANA.
¿¿¿EEEEEEIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIAAAAAAAAMMMMM???
Fue el grito doloroso que rasgó su garganta, que raspó al aire.
Áspero, hostil, en el área donde termina lo aceptable y comienza el dolor. De esos gritos que salen de repente de algún lugar del alma o del corazón, no sé de dónde. De esos gritos que no se piensan, que sólo salen porque han estado acumulados, contenidos, reprimidos, que tan pronto ven un escape, braman y explotan como si celebraran de esa manera que ya son libres, que ya no serán más gritos. Que ya cumplieron con su misión en esta vida, en esa forma, a esa hora.
"Sí, a.m." Dijo el señor, pero de una manera opuesta a la del hijo. Suave, dulce paternal. Respuesta que expresa firmeza en lo que dice, de forma humilde pero con tal certeza, de que no espera otra respuesta a su respuesta. Como esos toreros profesionales que neutralizan al toro más bravo en forma tan elegante que, después de esquivarlo peligrosamente, se dirigen al público, sin preocuparse ya de su adversario.
Como el señor Stanley lo esperaba, no hubo más comentarios a su respuesta de parte de su vástago. Y es que en corazones obedientes y nobles de algunos hijos o hijas, aún siendo adultos, no es fácil y menos agradable desconocer y hacer a un lado las órdenes paternas.
La razón del pavoroso grito de Scott, fue porque comprendió de repente lo que su padre nos había comunicado. Éste había expresado: "Duérmanse temprano porque mañana a las siete regresamos a casa". La información penetró como fuego por los oídos del joven, "...mañana a las siete... e hizo que la piel se le enchinara. Cuando la información llegó al departamento de análisis del cerebro y después de procesarla confirmó su presentimiento, sus facciones normales se desfiguraron. Sus venas faciales se inflamaron y su rostro se encendió de rojo. Y en la medida en que sus ojos se agrandaban para que cupiera mayor incredulidad, sus labios se estiraban para expulsar con mayor facilidad al demonio desde adentro. No podía comprender, ¿cómo levantarse a.m. cuando su normalidad era p.m?
A.M. es, desde entonces, para todos los afectados, el aborrecido fantasma de la mañana que ronda por todas partes. No reconoce fronteras, tampoco razas. Ni credos, ni tiempos; el pretérito, presente o futuro le son lo mismo. Sin embargo, tiene la particularidad de que entre más temprano ataca más despiadado es. Dicen todos los afectados que al escuchar esas terribles letras, palidecen y comienzan a temblar. Dependiendo del temperamento de cada quien, algunos sufren ataques epilépticos y otros, desmayos. Así cuentan los perseguidos por a.m. Los adoradores del pasado meridiano, los nocturnos, los trasnochadores. Fin.
Salud y saludos.
-Lino
¿Una premonición?
¿Sabes qué vieja? Dijo Mariano Acosta rompiendo el silencio y, sin esperar la respuesta de la persona oyente, se contestó así mismo: “siempre voy a hacer ese viaje”. Después de unos puntos suspensivos llegó una respuesta. ¿Cuándo? Preguntó Blanca Estela. “Hoy”. Fue la respuesta escueta de Mariano. Y así siguió el diálogo. ¿Por qué no lo haces mañana? Porque para mañana ya no tiene caso. ¡¡Quesos!! Cuando menos esta noche quédate conmigo, tú sabes que “bbsss, bbsss, bbsss”*. Lo sé, pero entiende que no es por falta de voluntad. Ya ves como es este negocio. El señor que voy a ver, también es un vendedor ambulante. Sé que mañana saldrá de viaje, pero en la tarde. Por eso necesito irme hoy en la noche para llegar mañana en la mañana. Si no lo encuentro no me paga.....¿entiendes? ¡¡Pinche marianao!! ¡¡Siempre me dices casi lo mismo!! ¡¡Viejita no te pongas así ni pienses otras cosas!! Está bien, puedes irte. Musitó ella. A partir de ese momento, ambos procrearon un silencio que perduró por muchas horas. Mientras ella se distraía a su manera, él preparaba sus maletas.
Llegaron las primeras sombras de la noche. A Mariano le parecieron tan lentas que le dieron la impresión de que trabajosamente se arrastraban, aunque nunca se preguntó si por cansancio o por viejas. “Perdóname por no quedarme ahora pero te prometo que después de este viaje, voy a disponer más tiempo contigo, okiroki?” Intentó Mariano comenzar una conversación. “No te preocupes, puedes irte”, la finalizó ella. Él se despidió y salió de la casa. Blanca Estela lo siguió sin que él se diera cuenta. Cinco minutos después de salir, Mariano se encontró con una desconocida dama, pero más que encuentro casual, parecía una cita. Se tomaron de la mano y caminaron juntos hasta encontrar un hotel. Ya en su interior, organizaron un festival de risas y carcajadas con comentarios como estos: “Qué dijiste que le dijiste” “Le dije que iba a cobrar “una luz” (dinero) a Monterrey..... aunque esto es cierto, aquí me tienes para “el bautizo”, exactamente como dices que soñaste”.
*“Quiero que riegues el jardín de las flores marchitas”.
Blanca Estela, que los había seguido hasta la puerta de la habitación, los escuchaba. Sintió una contracción de músculos y venas y, en su interior, un fuego que la calcinaba. No pudo seguir escuchando y se alejó de la habitación, dejando huellas, casi imperceptibles, con las gotas de su llanto. Antes de salir del hotel le preguntó al gerente si esta pareja frecuentaba el lugar. Éste, tal vez en un acto de solidaridad con el caballero o para evitarse futuros problemas, vaciló un poco antes de decir que no.
Esa reacción significó para Blanca que él mentía. Dejo el lugar y salió a la calle. Llegó a la casa de unos amigos y les contó. Comentaron el asunto hasta llegar a la conclusión de “darle su merecido” al atrevido. Sus amigos tienen un amigo “judas” o “tira” (policía) influyente en el gobierno y recurrieron a él para enviar a un grupo de golpeadores contra Mariano Acosta.
En efecto, cuando éste se alejaba del lugar, solo, fue interceptado por los golpeadores que, al verlo, se le lanzaron como fieras. Se escuchó como un concurso de sonidos huecos, secos, quejidos, gritos, recuerdos maternales, blasfemias, manoteos, pataleos, chispas, relámpagos y truenos y después .........el silencio.
Cuando el polvo mezclado con el humo se disipó y las cosas recuperaron su geométrica forma, se pudieron ver algunos deshechos de “Marianao”: ropa desgarrada, pómulos hinchados, labios enormes y una cara desconocida con dos lineas como ojos. Así quedó el caballero después de ese feo encuentro. Ella que veía la escena con sumo agrado, se acercó a él para patearlo hasta que el dolor en sus pies la obligó a dejarlo.
Mariano Acosta fue despojado, además, del reloj que Blanca Estela le había regalado y que, según ella, significaba el compromiso entre ellos. Blanca Estela tomó el reloj, lo alzó y lo contempló con rostro y mirada contraida y lo lanzó con suma fuerza al piso. Cuando éste hizo contacto y se hacía pedazos, Blanca Estela se sintió tocada y escuchó una voz que le decía: “mi amor, despierta que ya me voy de viaje, ya es casi de noche”. Blanca Estela abrió los ojos y vio a “Marianao”, satisfactoriamente sonriente. Fin
Paulino G.Velasco L.
MITOS Y LEYENDAS DE LA MATLACIHUATL DE SAN ANDRÉS IXTLAHUACA
La bruja
Durante la boda, todo fue regocijo. Una nueva familia daba inicio. La reproducción de la forma de vida y de cultura se estaba realizando. El pueblo y las costumbres continuarían existiendo porque después del matrimonio vendrían los hijos y después los hijos de los hijos, y así sucesivamente.
Durante los primeros meses de matrimonio, todo era dulce y aceptable para ambos, como todo matrimonia al principio. Sin embargo, había algo que le intrigaba a Jacinto. No se explicaba por qué su esposa hacía el nixtamal muy noche, todas las noches. Al principio no le importó esto y se entregaba a los brazos de Morfeo como adulto sin pecados. Dormía “a pierna suelta”.
La intriga creció porque la esposa no desistía de hacerlo. Seguía poniendo su nixtamal muy noche todas las noches. El sabía lo que su esposa hacía al poner el nixtamal, pero no sabía lo qué pasaba después. Una noche pensó para sí mismo; “es suficiente. Quiero saber qué hay detrás de esto”. Esa noche, decidió hacerse el dormido para ver si averiguaba algo. La mujer, como siempre, preparó los ingredientes del nixtamal. Maíz, agua y cal. Prendió su fogón para hervir el agua. Al agua le puso la cal y finalmente le vació (puso) el maíz. Ahora esperaría que hirviera e hirviera, al menos, por 20 minutos.
Pero mientras esperaba el fin del proceso de maíz a nixtamal, escuchó el maullido insistente de un gato. Era cerca de la media noche. “Ya voy” fue la respuesta de la mujer. Unos minutos después, el nixtamal estaba hecho. Listo para transformarse en masa, y ésta, transformarse en tortillas al día siguiente.
Después de poner en orden sus cosas y antes de salir de la casa, dio siete brincos sobre la cabeza de su esposo y salió de la casa. El esposo, sorprendido, se incorporó y se dispuso a seguirla.
La siguió por entre las sombras de las casas primero y después, ya en el campo, por entre las sombras de los árboles. La noche era clara por la luna. Por eso buscaba cualquier oscuridad que lo cubriera de la mirada de su esposa o de otras miradas furtivas a esas horas de la noche. Mientras caminaba, Jacinto no dejaba de preguntarse: “¿a dónde irá? En un momento, él se detuvo bruscamente porque ella se había detenido. Vio la silueta de su mujer bajo las sombras oscuras de un árbol alto y frondoso, el higo de don Pascual. Casi a rastras y escondido entre los arbustos, se acercó para ver mejor lo que su esposa hacía. Se acercó lo suficiente para no ser detectado, pero aún era insuficiente para ver y comprender lo que pasaba. Se subió a un árbol y se escondió entre sus ramas. Cuando al fin se colocó en el árbol y pudo ver lo que sucedía, un escalofrío repentino se expandió en su interior, y en el exterior, su cuerpo empezó a temblar de miedo. Sus ojos se agrandaron de terror cuando vio en el piso, una hilera macabra de cabezas humanas. Una tras otra, como enanos guardianes de una deidad maligna. Su esposa, enfrente de las cabezas, estaba con los brazos extendidos primero, para elevarlas después como invocando algo o a alguien. En un movimiento repentino, se quitó la cabeza. La puso en la hilera de cabezas en el orden que seguían, se trasformó en una bola de fuego y, como si tuviese alas, se alejó veloz y zigzagueante como siguiendo algo en el viento.
Él estaba estupefacto, no podía creer lo que estaba viendo. Pensó que podría ser un sueño de mal gusto, pero no estaba dormido. Se pellizcó así mismo para estar seguro y sintió dolor como cualquier humano consiente. Aún con el estupor y su temblor a cuestas, bajó del árbol y se sentó a cavilar un poco, a poner sus pensamientos en orden. Después de pasar un tiempo en que ya nada pasaba y nadie más llegó, se sobrepuso al miedo y se puso de pie. Ahora tenía un plan. Se dirigió hacia la hilera de cabezas. Él sintió que entre más se acercaba a ellas, más parecían erguirse amenazantes. Cuando estuvo frente a ellas, se percató de que tenían los ojos cerrados. Estaban, como si estuvieran profundamente dormidos.
Este detalle disminuyó un grado su terror, pero cuando trato de agarrarlas por el cabello, aumento su repugnancia. Quiso vomitar pero se contuvo y continuó con su plan macabro, ante lo macabro: mover las cabezas de su lugar original, intercambiándolas unas con las otras. Así lo hizo. Tan pronto terminó su desafiante plan, tembloroso y jadeando sin razón, se encaminó a su casa. Por las mil preguntas que le revoloteaban en la cabeza, el camino de regreso a casa le pareció muy rápido. Se acostó por hábito o por cansancio inconsciente. Trató de franquear los signos de interrogación que ahora tenía enfrente y en este intento…, se quedó profundamente dormido.
Al día siguiente, mientras el alba asomaba su juvenil rostro, Jacinto despertó sobresaltado. No podía creerlo. “¡¡Quesos!! Es muy tarde, -dijo- el campo me espera”. Se levantó apresuradamente y apresuradamente unció* su yunta y salió hacia el campo. En el trayecto de la casa al campo, sólo una pregunta tenía en mente. ¿Por qué me levantaría tan tarde? Y comenzó a trabajar tan concentradamente que las horas volaron. De pronto sintió hambre y despertó de su letargo. Se sorprendió sobremanera. Ya era muy tarde, más de las 10 de la mañana y su esposa no aparecía con el almuerzo. El hambre le punzaba el estómago. A pesar del hambre que lo empujaba, comenzó a pensar en su esposa. ¿Por qué no está aquí? –Pensó- ¿Tendrá que ver mí levantada tarde con la llegada tarde de mi esposa? “Mejor regreso a casa, no sea que esté grave”, pensó. De golpe, cuando estaba terminando de pronunciar la palabra grave, recordó, primero, escenas sueltas de su experiencia de anoche y después de que las imágenes se juntaron, se le configuró la imagen de su esposa sin cabeza. Le dio un vuelco, pero se sobrepuso y empezó a correr hacia su casa. Eran cerca de las 11 de la mañana cuando llegó jadeando y sudoroso. ¡¡Ana cleta, Ana cleta!! Gritó Jacinto en vano porque sus palabras no tuvieron respuesta. Como no la encontró en la cocina, se dirigió al cuarto donde dormían. Se sorprendió al ver a su esposa acostada y cubierta con la cobija de los pies a la cabeza. La movió, pero no se movió. Estaba inerte. Le descubrió la cara, pero inmediatamente, como al sentir un toque eléctrico, lanzó un alarido de dolor y soltó la cobija. Se fue para atrás, porque no era su esposa. Era el cuerpo de su esposa, pero su cabeza era ajena. Cara de hombre de rasgos bruscos y bigotes ralos. Cabello en abundancia pero enmarañado. A pesar de su quietud, imponía miedo su cara chupada con su cabello enmarañado y su escaso bigote. Como complemento, la parte oscura entre las cejas y las pestañas, le daban el toque maligno, de caballero malo de la noche, de asesino de bebés inermes, de brujo. Jacinto sintió que la luz de su interior se apagó y no supo más. Por el doloroso grito que lanzó, llegaron los vecinos que lo cobijaron porque temblaba y estaba frío. Despertó dos días después y preguntó. ¿Y mi esposa? “Murió de vergüenza”, le dijeron.
SONETO UNIVERSAL
y 28 de marzo
Quiero que el tiempo se detenga
porque el tiempo quiero ver
y lo que en su interior contenga.
El aire que en oleadas
desbordar pretenda
o los campos de muchos colores
cubiertos de olores.
La vida es esperanza
porque vida sin esperanza no es vida
y esperanza sin vida no es posible.
El secreto de la vida está en la muerte
y en mi mente, nada es fin, todo es principio
principio y fin, ¿hay fronteras?
o es la dualidad en pleno idilio.
-Paulino Velasco L.
AUSENCIAS
Aquí o allí, no importa
la nieve abraza la tierra con su manto
y como si fuera un llanto
el aire le susurra con su canto.
No hay noches.
las noches que aquí existen, no son noches.
Son como noches de luna ....sin luna.
no hay cielo azul, ni luna, ni estrellas
¡no hay firmamento!.
Y el frío, ¡válgame Dios!
Invade el medio ambiente.
Penetra por los polos de la piel,
contagia el alma
Aquí o allí, no importa, es la nostalgia.
Todos esperan con fervor el día siguiente
Todos esperan ya la luz del sol naciente.
Todos esperan,....la esperanza.
-Paulino Velasco. L. 1988 (Estocolmo, Suecia).
28 DE MARZO
Al despertar se sobresaltó. Volvió de la oscuridad, regresó a la vida. Pero la llegada Fue brusca, ruda. No hubo ese despertar generoso que suelen tener las personas que duermen sin aparentes preocupaciones. Primero se estremece el cuerpo, seña de que se conectó el switch interior. Después comienzan a moverse los párpados ...poco a poco... hasta quedar abiertos. Los ojos quedan al descubierto. Reconocen el lugar y, por la luz y la quietud de la mirada, lo disfrutan. Arriban de su viaje nocturno de una manera placentera. Ninguna parte del cuerpo quiere moverse, quiere sostenerse así y detener el tiempo en pleno espacio y gozar del despertar de un sueño realmente relajante.
El despertar de aquél no fue de la misma forma. No hubo esa calma en los movimientos que le precede al despertar armonioso; al contrario, hubo prisa, mucha prisa. Parecía que los ojos huían de allá dentro y que buscaban cualquier puerta para ser libres. Así sus párpados se abrieron. Vio sin comprender. Parecía que estaba en un lugar predestinado de manera prematura, desconocida para él. Se remitió al pasado para tratar de comprender el presente. Pero sólo recordó cuando se tiró en algún lugar conocido pero aún no identificado. Haciendo un gran esfuerzo para empujar su recuerdo hacia atrás, logró recuperar un poco más de terreno. Recordó que llegaron cargados de alegría recolectada en alguna parte y que, haciendo caso omiso de compartir con los demás ese momento en casa, él se escapó buscando la cama. No recordó qué tiempo hizo de un lado a otro ni qué camino tomó, pero llegó al lugar exacto, custodiado por los sentidos de dirección y defensa, dirigidos por el subjefe de todos los sentidos: el subconsciente. Eso comenzaba a deducir su adolorida memoria. De pronto vio luz, si, era luz de día. Aunque el cuarto era oscuro, vio la claridad a través de las rendijas de la celosía que cubría el hueco de las ventanas. No sabía qué hora era pero era de día. Recordó que cuando cerró los ojos era de noche. Su memoria comenzó a despejarse razonando: noche y día, oscuridad y claridad, luz y sombra. Su divagación fue interrumpida por la acción de un sentimiento que desde el fondo emergía y se abría paso de una manera agresiva. Parecía policía de cualquier mundo. Era un sentimiento maligno, no había duda, pero indescifrable. No era ninguno de los ya conocidos como la codicia, el egoísmo, la envidia, el celo, la ira, el arrepentimiento, la inseguridad, etc.Era algo...tampoco nuevo pero...difícil de describir. Más que un sentimiento, creía que eran varios. Sentía cansancio, vacío, amargura, culpabilidad, inquietud, ansiedad, angustia, fuerte depresión. Sentía que la presión sanguínea se le subía y se le bajaba al mismo tiempo. Nada le gustaba. Todo le molestaba. Sí, no había duda, todos los sentimientos terribles se encontraban en pleno festín. Se agasajaban por alguna celebración.
De pronto hubo una gran actividad en su cerebro. Imágenes, pasajes, parte de hechos, colores, ... que comenzaban a acercarse de algún lugar lejano o que surgían de la nada. Se aproximaban en masa y en desorden. Al menos eso pareció al principio porque al acercarse a la velocidad de la luz como lo hacía, se podía ver cada vez mejor un movimiento concéntrico y todo lo periférico que volaba, como auténticos satélites, giraban alrededor de él. Comenzó por verse un punto que rápido se transformó en hoyo negro, amenazándolo con tragárselo al infinito. El círculo del hoyo se hizo tan grande que al pasar sobre él, al tragárselo, cambió la escena automáticamente. Ahora ya no veía imágenes, pasajes, parte de hechos, colores y otras cosas como antes. Ahora veía líneas, festival de líneas que se buscaban y al encontrarse se juntaban, se fusionaban, y de esta unidad de tantas líneas surgían otras nuevas. De en medio de este cruce y transformación de líneas en otras líneas, apareció una letra. Al reconocerla, quiso acompañar el alumbramiento con la fuerza de su voz, pero no pudo pronunciarla. Se olvidó de ella porque su visión continuaba produciendo líneas. Vio una C que parecía parpadearle con su luz intermitente, no porque tuviera luz propia, sino por la debilidad de la visión que luchaba por sostenerse. Ahora veía una P que al clarificarse se transformó en R.; finalmente leyó en silencio su nombre porque al tratar de pronunciarla, de su garganta salieron sonidos guturales indefinidos, deformes, que más parecían lamentos que voces fonéticamente articuladas. Su visor seguía activado. Ante su monitor cerebral apareció una O, pero ovalada. Esta O apareció por interferencia, no era la que su cerebro producía. Esta salió del interior de su cuerpo como resultado de un dolor físico. La interferencia se realizó por la fuerza del dolor y por esta misma razón se colocó junto a las otras dos letras. Ahora veía tres; C-R-O, pero no significaban para él nada interesante. Su cerebro produjo la siguiente letra que se le encimó a la intrusa. En la medida en que el dolor disminuía, la letra intrusa se opacaba, mientras la nueva se encendía. Aquí ya ni esfuerzo hizo para pronunciarla, prefirió ver que letra aparecía y dejar el esfuerzo de pronunciarla para otra fecha. Por el poder de la nueva letra, desapareció la O. Ahora veía una U. En el momento preciso en que su cerebro la pronunció, todas o casi todas sus fuerzas se pusieron en movimiento. Todo se hizo más veloz. Parecía que todos los elementos se aprestaban a tomar sus puestos, como soldados que deben ocupar sus trincheras, después de escuchar la alarma o la voz imperativa de su comandante. Cuando colocó la U junto a la otras letras, el fondo de su ser se estremeció y se liberó una fuerza que no sólo junto las letras que ya tenía, sino agregó las letras que faltaban. En ese rápido proceso en que las letras se colocaban, lo comprendió todo y de su garganta maltratada surgió la explicación adolorida: ¡¡ LA CRUDA ¡!
Salud y saludo
-Paulino Velasco L.
EL FANTASMA DE LA MAÑANA.
¿¿¿EEEEEEIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIAAAAAAAAMMMMM???
Fue el grito doloroso que rasgó su garganta, que raspó al aire.
Áspero, hostil, en el área donde termina lo aceptable y comienza el dolor. De esos gritos que salen de repente de algún lugar del alma o del corazón, no sé de dónde. De esos gritos que no se piensan, que sólo salen porque han estado acumulados, contenidos, reprimidos, que tan pronto ven un escape, braman y explotan como si celebraran de esa manera que ya son libres, que ya no serán más gritos. Que ya cumplieron con su misión en esta vida, en esa forma, a esa hora.
"Sí, a.m." Dijo el señor, pero de una manera opuesta a la del hijo. Suave, dulce paternal. Respuesta que expresa firmeza en lo que dice, de forma humilde pero con tal certeza, de que no espera otra respuesta a su respuesta. Como esos toreros profesionales que neutralizan al toro más bravo en forma tan elegante que, después de esquivarlo peligrosamente, se dirigen al público, sin preocuparse ya de su adversario.
Como el señor Stanley lo esperaba, no hubo más comentarios a su respuesta de parte de su vástago. Y es que en corazones obedientes y nobles de algunos hijos o hijas, aún siendo adultos, no es fácil y menos agradable desconocer y hacer a un lado las órdenes paternas.
La razón del pavoroso grito de Scott, fue porque comprendió de repente lo que su padre nos había comunicado. Éste había expresado: "Duérmanse temprano porque mañana a las siete regresamos a casa". La información penetró como fuego por los oídos del joven, "...mañana a las siete... e hizo que la piel se le enchinara. Cuando la información llegó al departamento de análisis del cerebro y después de procesarla confirmó su presentimiento, sus facciones normales se desfiguraron. Sus venas faciales se inflamaron y su rostro se encendió de rojo. Y en la medida en que sus ojos se agrandaban para que cupiera mayor incredulidad, sus labios se estiraban para expulsar con mayor facilidad al demonio desde adentro. No podía comprender, ¿cómo levantarse a.m. cuando su normalidad era p.m?
A.M. es, desde entonces, para todos los afectados, el aborrecido fantasma de la mañana que ronda por todas partes. No reconoce fronteras, tampoco razas. Ni credos, ni tiempos; el pretérito, presente o futuro le son lo mismo. Sin embargo, tiene la particularidad de que entre más temprano ataca más despiadado es. Dicen todos los afectados que al escuchar esas terribles letras, palidecen y comienzan a temblar. Dependiendo del temperamento de cada quien, algunos sufren ataques epilépticos y otros, desmayos. Así cuentan los perseguidos por a.m. Los adoradores del pasado meridiano, los nocturnos, los trasnochadores. Fin.
Salud y saludos.
-Lino